domingo, 11 de diciembre de 2016

El silencio de los horrores: segunda parte


Solo, encerrado, preso de un silencio que como una mano, le presionaba la garganta ahogando cualquier aliento. Aquellas paredes que el día anterior habían sido una sala de fiestas hoy se habían convertido en una sala de tortura. Lo único que le mantenía cuerdo era su propia conciencia, esa voz de nuestra cabeza que siempre inoportuna nos dice lo que no queremos oír.
-          Calma, esto acabará pronto, el de mantenimiento pasará pronto a cerrar y a ver si está todo en orden o si no será el segurata, me tumbaré y esperaré.
Pero los minutos pasaban y la sensación era insoportable. Primero, un dolor en el pecho que se asemejaba a una persona de pié encima suya; estaba inquieto caminaba en círculos, la sala se le hacía pequeña mientras golpeaba las paredes con semejante impotencia, pues las luces estaban todas encendidas y eso daba aún peor sensación, pues cada grito, cada movimiento se veía con perfecta nitidez y no lo acompañaba ningún sonido haciendo que su propia mente desquiciada se empezara a volver en su contra diciéndole que no había escapatoria que podía ser su final.
Tras 25 minutos estaba con los ojos como platos, inyectados en sangre, tirado en el suelo, tiritando.
35 minutos, las uñas comidas…. 40 minutos, la piel llena de arañazos, pues era la única forma de sentir algo, el dolor era la única manera de mostrarle que aún seguía vivo y el resto de sus sentidos le acompañaban.
Pero a los 45 minutos… de golpe un sonido como de tambores, miraba a todas las esquinas, pero no veía nada, los golpes cada vez se hacían más intensos, se atrinchero en una esquina esperando su final, pues parecía que el techo se le iba a caer encima, pero… nada sucedió, el sonido se ralentizo, parecía más constante y entonces lo entendió todo. Se echó la mano al pecho y corroboró la evidencia: estaba escuchando el sonido de su propio corazón.
Sus oídos llevaban un buen rato buscando sonidos y viendo que fuera era imposible captar nada, los encontró dentro de él. Después de un rato vino la respiración y más tarde una especie de sonido de masticación como si una colonia de hormigas devorara un cadáver que era el ruido de la sangre desplazándose por su cuerpo llegándole a su cerebro bajando y volviendo indefinidamente
-          ¡ME QUIERO MORIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIR!
Gritaba él dentro de su cabeza, pero ya ahí ni siquiera se oía, silenciado por todos los sonidos de su cuerpo ya no le acompañaba ni su propia conciencia.
Y en ese momento sus plegarías fueron escuchadas, y la puerta se abrió por fin.
El que fuera el matón de la universidad, tan poderoso, tan temido, salió a gatas sin poder echar más lágrimas, sin uñas con las piernas ensangrentadas, empapado en su propio sudor y orina.
Su captor se puso delante de él y le dijo:
-          Estos 50 minutos compensan los 5 años de tus abusos. Estamos en paz, ¿Qué has sentido? Para que lo apunte en mi investigación.
Se oyó entonces un susurro desde el suelo:
-          Voy a hacerte la vida imposible, tanto, que desearás estar muerto.

Eso es lo que él se creía, pero, lo que no sabía en ese momento, era que su mente perturbada después de semejante experiencia jamás le dejaría volver a estar a solas consigo mismo.

CONTINUARÁ...

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