martes, 15 de agosto de 2017

El sindrome de Benjamin Button

Hola, mi nombre es Benjamin y poseo el síndrome de Benjamin Button, a diferencia del ya conocido mi cuerpo va acorde a mi edad, sin embargo, nací con la edad mental de un hombre de 80 años. Mis padres me pusieron ese nombre porque según naci lo vieron claro, cuando salí de mi madre yo no llore y cuando me pego el médico gruñí.
Mi infancia fue bastante parecida a la de cualquier niño solo que dormía poco me gustaba irme a dormir a las 10 de la noche y a las 4 de la mañana ya me levantaba y daba paseos por la casa (eso cuando pude andar, al principio para matar el tiempo me ponía la radio) luego durante el día iba con mi madre al parque solo que en vez de jugar con otros niños me ponía a echar una partida de cartas o a dar de comer a las palomas. Mi madre se preocupaba mucho también cuando desaparecía sin previo aviso y me ponía a mirar las obras, no podía evitarlo era divertido.
Según fui creciendo la cosa fue más notoria, al llegar la adolescencia mis compañeros deseaban estar todo el día saliendo, al principio al cine y a cenar momentos en los que me lo pasaba bien, aunque más adelante empezaron con el tema de las discotecas un fin de semana sí y al otro también a beber y ligar con la primera que pasaba. Yo nunca entendí esa música, me hubiera bailado con gusto algo más típico como un paso doble, pero eso de restregarse al ritmo de esas letras tan machistas y hasta altas horas de la madrugada nunca le hallé el sentido.
Por suerte años después esa gente se estabilizó algunos se echaron pareja, otros no, pero todos estaban rebosantes de vida y con muchas ganas de hacer cosas: de viajar, de hacer excursiones, o simplemente salir a tomar algo por la noche, la cosa era encontrar una escusa para verse y no perder el contacto, de reírse y recordar batallitas y hablar de cómo veían el futuro, sin embargo, yo me encerré en mi burbuja, acabé mis estudios y empecé a trabajar como un loco a amansar una gran cantidad de dinero, que prácticamente no gastaba y a ir varias horas al gimnasio aunque tampoco tenía tiempo de lucir los resultados. La gente me llamaba, decía que me echaban de menos y querían verme y yo simplemente decía: “ya la próxima semana” o “cuando pueda os aviso” pero nunca lo hacía, aparecía dos o tres veces al año lo justo para actualizar las vidas de todos y contarles mis andaduras.
Con el tiempo esas dos o tres veces se convirtió en una, y más adelante en ninguna, me ví ya varios años saliendo con una chica y rápidamente quería casarme y tener hijos, pues aunque apenas había llegado a los 30 en mi cabeza era como si tuviera 50 y tenía una sensación continua de que se me iba a pasar el arroz.
Tenía una vida estupenda, esposa y dos hijos increíbles, o eso supongo, pues yo era un mero mueble en mi vida me limitaba a seguir trabajando para proporcionarles lo mejor mientras yo me limitaba a pagar las facturas, pasaba por la vida de mi familia como si fuera un huésped desconocido entrando a un hotel. Será que todo sucedió muy rápido o que un buen día cuanto más inmaduro me hacía a nivel intelectual, más claro lo veía todo, y es que toda esa gente a la que yo quería dar lo mejor le había dado todo lo bueno que tenía menos lo más importante: yo mismo, mi exclusiva presencia en maravillosos momentos que algún día pudiéramos recordar.
Hoy es el día de mi cumpleaños, acabó de hacer 60, me hubiera encantado montar una gran fiesta, beber hasta altas horas, poner la música alta y no pensar en el mañana, pues dentro de mi cabeza es como si tuviera 20 años. Pero ya no puedo, mi mujer me abandonó, mis hijos cansados de mí se fueron al extranjero y me metieron en un asilo ya que por desgracia no me puedo valer por mi solo.
Tengo ganas de viajar pero tengo la cadera hecha trizas y un marcapasos, tengo ganas de ir a restaurantes caros y probar sabores exóticos de todo el mundo, pero mi médico hace tiempo que me prohibió algunas de las cosas más ricas en mi dieta, tengo ganas de vivir la vida, pero no tengo con quien vivirla.
Esta enfermedad aunque supuestamente ficticia, es lo que le pasa a mucha gente durante su vida, maduran demasiado pronto buscan estabilidad en su vida, una estabilidad que les lleva a la monotonía y se dicen cosas así como: “ya viajará cuando me jubile” o “ya haré eso cuando tenga tiempo” pero no es verdad, una vez empieza la vida laboral nos pasamos más de un tercio de nuestras vidas trabajando y casi otro tercio durmiendo, lo que hace que al final nos queden 8 horas escasas para nosotros mismos. A veces hay mucha tentación de quedarse en casa viendo la televisión, o simplemente sentados mirando a las musarañas, pero, si repetimos eso durante todos los días cuando se supone que carecemos de achaques y podemos salir a comernos el mundo ¿qué nos quedará el día que nos hagamos viejos?
Por otro lado, quiero aprovechar para dar las gracias a mi novia, a mis compis de teleco y a todas las personas que me han acompañado este verano. Personas con entusiasmo y llenas de vida, con ganas de hacer cosas y vivir experiencias, porque así es más fácil recobrar energías y empezar el curso con entusiasmo.

Personas que como dice la expresión: no cuentan los años, hacen que los años cuenten.