miércoles, 17 de mayo de 2017

La Odisea: entre Pinto y Valdemoro. Final

Y ahí seguíamos entre Pinto y Valdemoro, abandonados a nuestra suerte en aquella parada. Tan lejos de nuestras casas, y ya eran casi las 23:30. A partir de aquí empezamos a cometer una serie de errores que alargaran el viaje de una manera sustancial.
Justo eran ya las 23:30 cuando pasó un autobús, dirección Getafe, que nos alejaba un poco de nuestra ruta y no era el que nos había dicho el conductor. Lo dejamos pasar y como nos arrepentiríamos, ya que en Getafe teníamos metro y podríamos habernos movido con mucha rapidez.
Los minutos pasaban y veíamos que se queríamos coger ya un autobús iba a tener que ser el búho de las 00:15. El frío se metía por todos los recovecos de nuestro cuerpo, yo que era de los que me había cambiado entero de ropa también tenía frío que intentaba mitigar con pequeños paseos, así que no quería ni pensar como estaban algunos de los que estaban mojados o en camiseta corta tapados con una toalla semi mojada. Tal era la situación de desesperación que al ver un contenedor de ropa usada pensé en abrirlo y coger un par de chaquetas o jerséis, pero el tránsito de gente y el hecho de saber que el bus estaba a punto de llegar me hicieron cambiar de idea. O eso pensaba yo porque eran ya las 00:20 y el bus seguía sin venir.
-          Se acabó, ir pensando en aflojar la pasta para encontrar un hostal barato o un par de taxis, porque esto tiene muy mala pinta, seguro que por ser semana santa han cortado el servicio.  Dije yo
Al rato aparecieron 2 chicas en la parada, pensábamos preguntarles si eran de allí y sabían cómo iba la ruta, pero en ese momento de acercamiento empezaron a enrollarse y a meterse mano de tal forma que en pantalla aparecieron 2 rombos y un cartel de +18.
00:35 tirados en el suelo, maldiciendo y contando mentalmente nuestros ahorros nos encontrábamos cuando se obró el milagro…. Un bus a lo lejos por fin, levantamos las manos como náufragos (y no tiramos una bengala de milagro, por si de lo dormido que iba se saltaba la parada).
Ya estábamos en camino, próximo objetivo llegar al metro de Atocha antes de la 1:30 (hora aproximada de cierre). Aún así la idea del taxi rondaba el ambiente con más fuerza, más que nada porque el padre de mi novia es taxista y les había llamado rato antes diciendo que el rondaría en breve la zona de Atocha y podría llevarles a casa. Uso la persona del “ellos” porque solo había 4 plazas y éramos 6. Así que un amigo y yo nos sacrificaríamos por el bien común para que el resto volviera pronto a casa.
El segundo error llegaría pronto, el bus pasó por una parada de metro algo próxima a Atocha y decidimos pasar nuestro camino (esa parada estaba completamente funcional y aún así decidimos continuar y jugárnosla en un punto algo más céntrico a pesar de ir con la hora pegada. Así pasó lo que pasó)
1:10 Llegamos a Atocha, pero para nuestra sorpresa el autobús no nos había dejado en frente de la estación. Miradas a un lado y otro, nadie sabía dónde estábamos. Hasta que yo, el que peor se guiaba de todo el grupo, se le iluminó la bombilla.
Un Burguer King, solo eso hizo falta, y es que, en los descansos en la academia en mis años mozos de carrera íbamos a veces ahí a pillar algo de comer. Así que, me puse en modo Moisés cruzando el Mar rojo y les pedí que me siguieran a la carrera.
Los que iban en taxi iban más al trote, pero mi amigo y yo corríamos por nuestros sueños (los que tendríamos durmiendo cuando por fin llegáramos a nuestras camitas). Agotados llegamos a la estación, la parte de abajo estaba cerrada, así que había que subir las escaleras para llegar a la de Renfe, pero cuando tiramos de las dos puertas…..nada.
El viaje de nuestras vidas a la 1:25 de la noche y las puertas cerradas, ya no sabía qué hacer. Solo, mirando hacia la nada, lamentando la oportunidad perdida… o eso parecía.
A lo lejos a 100 metros de la estación tras 2 cruces estaba el ascensor que daba acceso al metro.
-          Son la 1:27 aún puede que tengamos una oportunidad.
Sin despedirnos, aunque, con el pensamiento en la cabeza de que en 1 minuto estaríamos de vuelta (pensando que iba a estar cerrado definitivamente) corrimos en un último acelerón dejándonos el alma.
1:28 pulsé el botón del ascensor, las puertas se cerraron…. Y ahí nos quedamos.
No nos lo podíamos creer, ¿en serio habíamos tenido la puntería de meternos justo en el momento en que cerraba el metro y nos habían cortado la corriente estando ya dentro?
La ley de Murphy nos había atacado con fuerza esa noche y me encontraba al borde del K.O cuando por fin la suerte nos sonrío. Las puertas se abrieron, no estábamos encerrados, sino que habíamos pulsado la planta 0 (tontería mía, pues yo corría pero mis neuronas ya dormían) así que pulsamos la planta -1 y ya por fin nos movimos.
Vacío, solo un segurata y una mujer de traje. Picamos el billete sin que nos dijeran nada, y cuando íbamos a bajar la mujer nos adelantó con unas llaves en la mano.
-          No puede ser, seguro que ha pasado el último tren y va a parar ya las escaleras mecánicas y a echarnos (susurré yo a mi amigo)
-          Disculpe, ¿queda algún tren todavía? Preguntó él a la mujer
-          Si, queda el último
Y efectivamente, un cartel de PRÓXIMO TREN EN 2 MINUTOS. Fue la primera sonrisa que esboce esa noche. Nos dejaron en la estación de autobuses donde estaba el búho que nos llevaba a casa y para más fortuna en 3 minutos salió y nos condujo a nuestras casas, donde ya encontraríamos descanso a tal aventura.

Un viaje de hora y media, más o menos, transformado en 4 horas y media, todo por llegar 2 minutos tarde a coger un tren.

LECCIÓN APRENDIDA: PLANIFICAR LOS VIAJES HASTA EL ÚLTIMO DETALLE


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