Y ahí seguíamos entre Pinto y Valdemoro, abandonados a
nuestra suerte en aquella parada. Tan lejos de nuestras casas, y ya eran casi
las 23:30. A partir de aquí empezamos a cometer una serie de errores que
alargaran el viaje de una manera sustancial.
Justo eran ya las 23:30 cuando pasó un autobús, dirección
Getafe, que nos alejaba un poco de nuestra ruta y no era el que nos había dicho
el conductor. Lo dejamos pasar y como nos arrepentiríamos, ya que en Getafe
teníamos metro y podríamos habernos movido con mucha rapidez.
Los minutos pasaban y veíamos que se queríamos coger ya un
autobús iba a tener que ser el búho de las 00:15. El frío se metía por todos
los recovecos de nuestro cuerpo, yo que era de los que me había cambiado entero
de ropa también tenía frío que intentaba mitigar con pequeños paseos, así que
no quería ni pensar como estaban algunos de los que estaban mojados o en
camiseta corta tapados con una toalla semi mojada. Tal era la situación de
desesperación que al ver un contenedor de ropa usada pensé en abrirlo y coger
un par de chaquetas o jerséis, pero el tránsito de gente y el hecho de saber
que el bus estaba a punto de llegar me hicieron cambiar de idea. O eso pensaba
yo porque eran ya las 00:20 y el bus seguía sin venir.
-
Se acabó, ir pensando en aflojar la pasta para
encontrar un hostal barato o un par de taxis, porque esto tiene muy mala pinta,
seguro que por ser semana santa han cortado el servicio. Dije yo
Al rato aparecieron 2 chicas en
la parada, pensábamos preguntarles si eran de allí y sabían cómo iba la ruta,
pero en ese momento de acercamiento empezaron a enrollarse y a meterse mano de
tal forma que en pantalla aparecieron 2 rombos y un cartel de +18.
00:35 tirados en el suelo,
maldiciendo y contando mentalmente nuestros ahorros nos encontrábamos cuando se
obró el milagro…. Un bus a lo lejos por fin, levantamos las manos como náufragos
(y no tiramos una bengala de milagro, por si de lo dormido que iba se saltaba
la parada).
Ya estábamos en camino, próximo
objetivo llegar al metro de Atocha antes de la 1:30 (hora aproximada de cierre).
Aún así la idea del taxi rondaba el ambiente con más fuerza, más que nada
porque el padre de mi novia es taxista y les había llamado rato antes diciendo
que el rondaría en breve la zona de Atocha y podría llevarles a casa. Uso la
persona del “ellos” porque solo había 4 plazas y éramos 6. Así que un amigo y
yo nos sacrificaríamos por el bien común para que el resto volviera pronto a
casa.
El segundo error llegaría pronto,
el bus pasó por una parada de metro algo próxima a Atocha y decidimos pasar
nuestro camino (esa parada estaba completamente funcional y aún así decidimos
continuar y jugárnosla en un punto algo más céntrico a pesar de ir con la hora
pegada. Así pasó lo que pasó)
1:10 Llegamos a Atocha, pero para
nuestra sorpresa el autobús no nos había dejado en frente de la estación.
Miradas a un lado y otro, nadie sabía dónde estábamos. Hasta que yo, el que
peor se guiaba de todo el grupo, se le iluminó la bombilla.
Un Burguer King, solo eso hizo
falta, y es que, en los descansos en la academia en mis años mozos de carrera
íbamos a veces ahí a pillar algo de comer. Así que, me puse en modo Moisés
cruzando el Mar rojo y les pedí que me siguieran a la carrera.
Los que iban en taxi iban más al
trote, pero mi amigo y yo corríamos por nuestros sueños (los que tendríamos
durmiendo cuando por fin llegáramos a nuestras camitas). Agotados llegamos a la
estación, la parte de abajo estaba cerrada, así que había que subir las
escaleras para llegar a la de Renfe, pero cuando tiramos de las dos
puertas…..nada.
El viaje de nuestras vidas a la
1:25 de la noche y las puertas cerradas, ya no sabía qué hacer. Solo, mirando
hacia la nada, lamentando la oportunidad perdida… o eso parecía.
A lo lejos a 100 metros de la
estación tras 2 cruces estaba el ascensor que daba acceso al metro.
-
Son la 1:27 aún puede que tengamos una
oportunidad.
Sin despedirnos, aunque, con el
pensamiento en la cabeza de que en 1 minuto estaríamos de vuelta (pensando que
iba a estar cerrado definitivamente) corrimos en un último acelerón dejándonos
el alma.
1:28 pulsé el botón del ascensor,
las puertas se cerraron…. Y ahí nos quedamos.
No nos lo podíamos creer, ¿en
serio habíamos tenido la puntería de meternos justo en el momento en que
cerraba el metro y nos habían cortado la corriente estando ya dentro?
La ley de Murphy nos había
atacado con fuerza esa noche y me encontraba al borde del K.O cuando por fin la
suerte nos sonrío. Las puertas se abrieron, no estábamos encerrados, sino que
habíamos pulsado la planta 0 (tontería mía, pues yo corría pero mis neuronas ya
dormían) así que pulsamos la planta -1 y ya por fin nos movimos.
Vacío, solo un segurata y una
mujer de traje. Picamos el billete sin que nos dijeran nada, y cuando íbamos a
bajar la mujer nos adelantó con unas llaves en la mano.
-
No puede ser, seguro que ha pasado el último
tren y va a parar ya las escaleras mecánicas y a echarnos (susurré yo a mi
amigo)
-
Disculpe, ¿queda algún tren todavía? Preguntó él
a la mujer
-
Si, queda el último
Y efectivamente, un cartel de PRÓXIMO TREN
EN 2 MINUTOS. Fue la primera sonrisa que esboce esa noche. Nos dejaron en la
estación de autobuses donde estaba el búho que nos llevaba a casa y para más
fortuna en 3 minutos salió y nos condujo a nuestras casas, donde ya encontraríamos
descanso a tal aventura.
Un viaje de hora y media, más o menos,
transformado en 4 horas y media, todo por llegar 2 minutos tarde a coger un
tren.
LECCIÓN
APRENDIDA: PLANIFICAR LOS VIAJES HASTA EL ÚLTIMO DETALLE