1 de enero de 2012
Con un traje improvisado con una americana azul celeste a
juego con la corbata (primera y última vez lo juro) me dirijo a lo que es mi
primera Nochevieja fuera de casa, dentro del grupo con el que voy la chica que
por aquel entonces me gustaba con los tacones casi en la mano para ir más
rápido suelta un: “vamos chicos que se me baja el pedo” (¿qué cómo me gustaba
esa chica? No sé, todos cometemos errores de los que acabamos madurando)
muestra de que la única forma de disfrutar en una discoteca tenía que ser
estando borracho, yo por aquel entonces era algo que no compartía y cada vez
comparto menos, ese año no se acabó el mundo como predijo el calendario Maya
pero me demostró que el mundo en el que vivía andaba algo torcido y quizá yo
anduviera demasiado enderezado para mi edad.
28 de agosto de 2016
Me encontraba caminando por Alcobendas, barrio que para el
que no lo sepan se encuentra dividido por una acera con San Sebastián de los
Reyes, algo así como Springfield y Shelbyville; como eran fiestas de sanse
había un silencio impropio del fin de semana por esa zona, lo que hacía muy
agradable el pasear, evitando así las interminables serenatas de Enrique
Iglesias (ya sabemos que tiene poca personalidad y que hagas lo que hagas el te
lo va a copiar) después de bajar toda la cuesta camino de mi casa veo a lo
lejos a un chico de entre 10 y 12 años sobre una papelera haciendo unos
movimientos muy raros y milimetrados, lo primero que pensé conociendo por
anteriores experiencias a la gente de su edad era que estaba colocando un
petardo en la basura, esta vez por suerte me equivoque y el resultado me dejo
gratamente sorprendido, era un chico que había colocado un telescopio encima de
una papelera como apoyo para poder mirar las estrellas, la verdad es que con
esa tranquilidad y la buena noche que hacía era una gran idea para alguien
apasionado con ese tema, sin embargo, no pude evitar pensar una cosa muy cruel:
seguramente este chico sea el más friki de su clase.
¿Por qué cruel? No por insultarle, que es lo último que
pretendo, cruel porque así deberían ser los chicos de su edad, inocentes,
curiosos y con ganas de jugar y descubrir el mundo que les rodea, en cambio,
los jóvenes de ahora no ven mundo más allá de su propio teléfono, cosa que
hasta nuestro propio cuerpo nos avisa que es mala con dolores de cuello,
ansiedad al no tener el objeto deseado y en última instancia miopía, ya que
cuando después de varias horas enfocamos algo que no está a 20 cm de nosotros
el ojo protesta y no se termina de adaptar al igual que estos jóvenes al mundo
exterior.
Vayas donde vayas solo se ven clones: chicas con tops
enseñando el ombligo y pantalones enseñando medio culo y chicos con crestas y
rapados raros o zapatillas de color chillón etc. Y el plan es siempre el mismo
pillarse un ciego a base de alcohol, porros o si pueden ser ambas cosas, todo
por divertirse un poco más de la cuenta y en ocasiones levantarte en una cama
desconocida en compañía de alguien que no sabes ni quien es, esa es la
diversión de los chiquillos de hoy, chicas de 20 tantos que se alegran de que
las echen 20 por vestir juveniles y otras de 13 que visten de la misma forma y
que se alegran de que las echen 18, personas criando hijos a una edad en la que
yo ni siquiera tenía opción de decidir el futuro de mi país y por ello me
pregunto a veces ¿Qué necesidad hay de crecer tan rápido? Nos pasamos toda
nuestra infancia queriéndonos ir a dormir a las 12 de la noche y madrugando por
vicio por ver programas de televisión que podíamos haber grabado solo por el
hecho de parecer mayores de rechazar la norma establecida y años después nos
encontramos trasnochando porque por estudios o trabajo llegamos tarde a casa y
no queda más remedio que acostarse tarde y levantarse aún más pronto porque el
mundo no se acaba a las 11 de la noche cuando te sientas en el sofá sigue
girando y tú debes hacerlo con él a la mañana siguiente si no quieres perderte
por el camino.
Quizá no entienda a esta gente porque yo toda mi vida haya
sido metafóricamente otro chico con un telescopio queriendo mirar las estrellas
cuando nadie me miraba, no por ello quiera decir que no me guste divertirme,
pero disfruto más de otras cosas o de las mismas cosas que el resto pero sin
llevarlas hasta el extremo, que esa creo que es la clave, encontrar el
equilibrio, para que os hagáis una idea me vale el ejemplo de estas fiestas,
las de mi querido barrio, sanse, en él hay una especie de ecuador, una línea
imaginaria que divide las fiestas en dos zonas: la zona de los jóvenes y la
zona de los viejos.
No pretendo ser despectivo de hecho ambas zonas tienen un
punto de intersección común ya que en la zona de los jóvenes que es un césped
enorme en el que la única opción es estar sentado bebiendo encuentras gente que
puede ir desde los 13 años a los 30, por el contrario, en la zona de los
viejos, que suele ser donde las peñas o en los alrededores del ayuntamiento se
ve gente que como dicen algunos juegos de mesa van desde los 20 hasta los 99
años ( gente de más de 100 también estáis admitidos, solo era un símil) por lo
que nos queda un abanico de personas entre los 20 y los 30 años que confluyen
entre las dos zonas indistintamente, hay personas que pueden pasarse 5 días
tirados en el césped tratando de beber más y más cada día, lo normal es ver a
la gente alternando o ya como en mi caso este año no hemos salido de la zona de
los viejos ¿eso significa que allí la cosa sea más tranquila y aburrida?
Absolutamente no, es más, yo diría que todo lo contrario, en
esta zona no se bebe porque si, ya que se pueden hacer muchas otras cosas,
pasear por las peñas, saludar a viejos amigos, bailar por la zona del foro con
la música de los djs invitados o escuchar un concierto pop-rock en el
ayuntamiento son algunas opciones, por supuesto también te puedes tomar unas
copas por las terrazas, de los chiringuitos o incluso pillar algo en alguna de
las ya famosas tiendas de “bazar-alimentación” abiertas hasta las 1500 y 1
minutos de la noche.
Este año incluso como colofón final tuve el privilegio de ir
con un amigo a ver gratis al anfiteatro a ver a los celtas cortos.
Con todo esto no quiero decir que el sentarse en un césped a
beber por beber sea malo, es divertido hacerlo de vez en cuando, ponerse a
jugar y acabar todos riendo sin saber muy bien porqué, no hay nada malo en eso,
pero cuando se convierte en el único objetivo del fin de semana y en el que
pensar durante la semana siguiente en un bucle infinito de alcohol y desmadre
lo único que puedo pensar y decir es aquella frase de Groucho Marx: “paren el
mundo que me quiero bajar”.
Quién sabe qué pasará con ese chico dentro de unos años,
quizás solo sea otro repeinado pelo escoba que se siente a cada rato a beber
con sus amigos esperando que la chica de turno caiga en sus redes cuando ambos
lleven tanto alcohol en vena que no se acuerden de sus propios nombres,
mientras tanto prefiero no pensar mucho en ello, pero mientras aparezcan
personas con telescopio ya sea literal o metafóricamente sabré que ese mundo
que pensé que se estaba desmoronando hace ya casi 5 años aún puede sostenerse
un poquito más.
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