Todos nosotros nos hemos acostumbrado a las ventajas que
introduce la tecnología en nuestras vidas: viajes rápidos y autónomos,
electrodomésticos de todo tipo, televisión o simplemente una ducha caliente con
solo apretar un botón, pero, ¿en qué momento empieza a ser un problema? Evidentemente
nadie se queda durante horas en la cocina viendo como se enciende el horno ni
viendo el pan tostarse, hablo de los teléfonos móviles e internet; llego el
whatsapp y aunque algunos sabemos controlarnos (admito que yo mismo algunos
días me excedo más de lo que debería) muchos jóvenes van más allá: instagram,
snapchat, twitter o youtube entre otras acaparan todo su tiempo, dentro de sus
círculos de amigos verán normal estar todo el día mandándose audios, comentando
fotos, enviando videos y desde hace tiempo me asalta una duda…. ¿Cómo sería la
vida de estas personas si tuvieran que realizar estos actos tan cotidianos con
tecnología de hace varias décadas de aquellos años dorados cuando el hombre
aplaudía inventos como la televisión en color? Algunos actos ganarían sentido
pero sin embargo otros perderían aún más la coherencia.
La utopía que me imagino pinta tal que así:
Nuestro día empieza en casa de Fulanita la joven de 16 años
como cada mañana de los últimos 3 días se dirige hacia el teléfono y hoy más
emocionada, hay una nota de su madre sobre el teléfono que pone “recoger fotos” al fin el hombre de
la tienda tiene listos los 3 carretes que le dio para revelar. Como hoy es
sábado decide tomarse la mañana libre y actualizar sus redes sociales, así que
acude a recoger su tesoro quedándose con un sabor amargo. La foto de las crepes
que se tomo con sus amigas no se aprecia bien ya que hay un pulgar en todo el
medio, los selfies del botellón están muy oscuros y por el contrario los de la
disco con el flash ha hecho que salgan la mayoría más blancos que el hijo de
Iniesta y copito de nieve, sumando un par de desenfocadas y otras donde salen
feas o con los ojos cerrados hace que vaya a ser una dura criba…. Bufff y aún
queda que las amigas le den permiso para
subirlas. Deciden quedar a las 20:00 en su grupo de “chicas clase insti” que es
básicamente un cuarto de 8 metros cuadrados alquilado entre todas las amigas en
el que hay un corcho lleno de fotos suyas un video beta en el que ver los
videos de sus salidas una grabadora para sus audios perfectamente etiquetados y
un armario lleno de cintas para guardar todo lo recopilado y aquel que aún está
por usar; empieza a hacer falta una limpieza pero por pereza lo van dejando no
pasa nada pueden charlar en una esquinita del cuarto.
Al final de las 90 fotos han quedado 15 las cuales han
convencido a todas así que es hora de subirlas al MURO, en el sentido más
literal de la palabra, ya que es un muro de hormigón con pequeños habitáculos que
cubre cientos de hectáreas del parque de la ciudad, en él hay varios seguratas
que regulan el acceso y controlan los perfiles y posibles disputas. Verificados
los datos con el DNI, Fulanita entra a su trozo de muro y etiqueta a sus amigas,
de esta forma los copistas al final del día harán fotocopias de las fotos y las
pegarán en el trozo de muro correspondiente de cada una de ellas.
A día de hoy todo eso se podría hacer en 20 minutos tirados
en la cama y moviendo solo los pulgares, esa comodidad es posible gracias al
progreso tecnológico pero: ¿qué algo sea cómodo quiere decir que aporte calidad
de vida? Y más importante, si dejamos que una máquina piense a todas horas por
nosotros ¿Quién es el hombre y quien la máquina?
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