Si hay algo que te puede alegrar o fastidiar un día, es el
hecho de tener que hacer tus quehaceres o recados y ser atendido por un buen
profesional de ese sector. Con ello me refiero a cualquier cosa imaginable:
abogados, médicos, profesores, banqueros, panaderos, camareros, chapistas etc.
Nada más reconfortante que ver a alguien que a pesar de que tiene que trabajar
para ganarse el pan, disfruta con lo que hace (o al menos si no es por
vocación, no demuestra que lo haga a disgusto). Aquí en España (en el resto de
mundo no sé, si es así dejarme vuestras opiniones y comentarios) se da un
suceso muy curioso, y es el hecho de encontrar gente muy simpática y agradable,
pero, que, en cambio, hace de pena su trabajo. Eso se traduce en la gran frase:
“esa persona es perfecta para irse con ella a tomar unas cervezas”.
Para que os hagáis mejor una idea de lo que digo, os voy a
poner algunos ejemplos de personas…de este tipo con las que me he topado en los
últimos años:
-
Médicos: si hay un sello de calidad para saber
si un médico es bueno, es presentarse en su consulta un día cualquiera y ver cuánto
tiempo tienes que esperar. Es una proporcionalidad directa, cuanto más esperes
probablemente más bueno será, o al menos, más atento y paciente será con sus
pacientes (valga la redundancia). Hecha esta introducción aclaratoria diré que
el primer día que me tocó ir a mi nuevo doctor, sobre las 11:00, aparecí a las
10:55 por la sala de espera y a las 11:00 no es que entrase…. Es que ya había
salido.
El hombre era simpático y campechano, sin
embargo, apenas observaba, si ibas medio recuperado de algo te decía que ya no
había motivos de mandar ningún medicamento nuevo (vamos que aplaudía que te
automedicases y le hubieses ahorrado trabajo) y si te detectaba algo, tenías que
someterle a un interrogatorio, pues de lo contrario prácticamente te escupía la
receta y te largaba como una máquina de tabaco sin darte ninguna indicación. Por
lo demás seguro que para tomar unas cañas era de lo más salado, el problema es…que
si vas al médico es para curarte no para reírte.
-
Profesores: si hay una asignatura que deberían
enseñar a cualquiera que quiera (o tenga por narices, como sucede en la
universidad a las personas que se dedican a la investigación) ser profesor, es
la de psicología. Cuando tienes que tratar con mucha gente durante todo el año
en un ambiente agotador para todos, es necesario inspirar un poco de confianza
para que los alumnos no vayan a disgusto.
El profesor en esta historia era un hombre
muy divertido, siempre sonriendo y con algún chascarrillo y maneras que
recordaban mucho al humorista español José Mota, en cambio, su manera de enseñar
distaba de ser la mejor, solo leer transparencias y nada de ejercicios. Hasta
ahí está la parte pasable, aunque parezca que es lo malo.
Para meteros en situación: en una
asignatura teníamos que hacer grupos de 4 y en cada examen le recogía ese
examen a uno del grupo y la nota que esa persona sacase era la que tendrían
todos los miembros de ese grupo. Una manera perfecta de crearse enemigos si se
te atragantaba la materia, cosa, que fue mi caso.
Después de 2 exámenes y 2 suspensos que me recogieron
a mí, ya sentía los cuchillos del resto de mi grupo a mi espalda, así que
decidí decirle al profesor que me dejara solo para que así fuera responsable de
mí mismo y pudiera continuar con la asignatura sin tener el sentimiento de
culpa de que podía arruinar por completo al resto de mi grupo. La frase que me
dijo vino acompañada de la cara que muestra la foto a continuación:
“Puuuues o dejas la asignatura o
jodes a tus compañeros”
Obviamente me vi obligado a dejar la
asignatura (cosa que meses después agradecí) pero juro que en la vida me habían
hecho sentir tan miserable, en este caso si que me tomaría unas cervezas
gustoso, aunque iría yo a la barra y puede que una de las dos jarras llevara 20
gotitas de laxante, no diré cual ja ja ¡¡sorpresa!!
-
Padres: aunque esto se desvíe de la categoría de
“profesionales” en cierto modo tiene que ver por la clase de profesionales que saldrán
para el futuro con la clase de padres que hay por ahí.
Este tipo de padres se le ve a la legua,
tengan 30, 40 o 50 años intentan ir de “guays” por la vida. Son los típicos que
les ríen todas las gracias a sus hijos, digan palabrotas o los insulten y que
luego cuando crecen se quejan de que les han salido rebeldes y que no saben
porqué, echándole la culpa a la televisión o a YouTube (por ejemplo, la cosa es
echar balones fuera), sin embargo, no ejercen nunca de figura de autoridad. Así
luego acaban saliendo jóvenes maleducados, engreídos y con tantas carencias que
necesitan meterse con el resto para sentirse bien. Pero el tema del bullying es
algo que se escapa de las competencias de este post, así que mejor no me desvío
del tema.
Aquí no tengo ejemplos concretos porque no
hace falta, se ven a simple vista, y si no, contad a partir de hoy cuantos días
os hacen falta para encontrar algún niño pequeño, de cómo mucho 10 años, que
insulta o hasta pega a sus padres en público sin que estos hagan nada.
En fin, como estos ejemplos seguro que habréis
conocido muchos más en cualquier otro lugar o profesión. Aquí por lo menos en España…ser
agradable y buen profesional no son cosas que necesariamente vayan unidas de la
mano.
¿Con qué otros casos semejantes os habéis encontrado?