Hola, mi nombre es Benjamin y poseo el síndrome de Benjamin
Button, a diferencia del ya conocido mi cuerpo va acorde a mi edad, sin
embargo, nací con la edad mental de un hombre de 80 años. Mis padres me
pusieron ese nombre porque según naci lo vieron claro, cuando salí de mi madre
yo no llore y cuando me pego el médico gruñí.
Mi infancia fue bastante parecida a la de cualquier niño
solo que dormía poco me gustaba irme a dormir a las 10 de la noche y a las 4 de
la mañana ya me levantaba y daba paseos por la casa (eso cuando pude andar, al
principio para matar el tiempo me ponía la radio) luego durante el día iba con
mi madre al parque solo que en vez de jugar con otros niños me ponía a echar
una partida de cartas o a dar de comer a las palomas. Mi madre se preocupaba
mucho también cuando desaparecía sin previo aviso y me ponía a mirar las obras,
no podía evitarlo era divertido.
Según fui creciendo la cosa fue más notoria, al llegar la adolescencia
mis compañeros deseaban estar todo el día saliendo, al principio al cine y a
cenar momentos en los que me lo pasaba bien, aunque más adelante empezaron con
el tema de las discotecas un fin de semana sí y al otro también a beber y ligar
con la primera que pasaba. Yo nunca entendí esa música, me hubiera bailado con
gusto algo más típico como un paso doble, pero eso de restregarse al ritmo de
esas letras tan machistas y hasta altas horas de la madrugada nunca le hallé el
sentido.
Por suerte años después esa gente se estabilizó algunos se
echaron pareja, otros no, pero todos estaban rebosantes de vida y con muchas
ganas de hacer cosas: de viajar, de hacer excursiones, o simplemente salir a
tomar algo por la noche, la cosa era encontrar una escusa para verse y no
perder el contacto, de reírse y recordar batallitas y hablar de cómo veían el
futuro, sin embargo, yo me encerré en mi burbuja, acabé mis estudios y empecé a
trabajar como un loco a amansar una gran cantidad de dinero, que prácticamente
no gastaba y a ir varias horas al gimnasio aunque tampoco tenía tiempo de lucir
los resultados. La gente me llamaba, decía que me echaban de menos y querían
verme y yo simplemente decía: “ya la próxima semana” o “cuando pueda os aviso”
pero nunca lo hacía, aparecía dos o tres veces al año lo justo para actualizar
las vidas de todos y contarles mis andaduras.
Con el tiempo esas dos o tres veces se convirtió en una, y
más adelante en ninguna, me ví ya varios años saliendo con una chica y
rápidamente quería casarme y tener hijos, pues aunque apenas había llegado a
los 30 en mi cabeza era como si tuviera 50 y tenía una sensación continua de
que se me iba a pasar el arroz.
Tenía una vida estupenda, esposa y dos hijos increíbles, o
eso supongo, pues yo era un mero mueble en mi vida me limitaba a seguir
trabajando para proporcionarles lo mejor mientras yo me limitaba a pagar las
facturas, pasaba por la vida de mi familia como si fuera un huésped desconocido
entrando a un hotel. Será que todo sucedió muy rápido o que un buen día cuanto
más inmaduro me hacía a nivel intelectual, más claro lo veía todo, y es que
toda esa gente a la que yo quería dar lo mejor le había dado todo lo bueno que
tenía menos lo más importante: yo mismo, mi exclusiva presencia en maravillosos
momentos que algún día pudiéramos recordar.
Hoy es el día de mi cumpleaños, acabó de hacer 60, me
hubiera encantado montar una gran fiesta, beber hasta altas horas, poner la
música alta y no pensar en el mañana, pues dentro de mi cabeza es como si
tuviera 20 años. Pero ya no puedo, mi mujer me abandonó, mis hijos cansados de
mí se fueron al extranjero y me metieron en un asilo ya que por desgracia no me
puedo valer por mi solo.
Tengo ganas de viajar pero tengo la cadera hecha trizas y un
marcapasos, tengo ganas de ir a restaurantes caros y probar sabores exóticos de
todo el mundo, pero mi médico hace tiempo que me prohibió algunas de las cosas
más ricas en mi dieta, tengo ganas de vivir la vida, pero no tengo con quien
vivirla.
Esta enfermedad aunque supuestamente ficticia, es lo que le
pasa a mucha gente durante su vida, maduran demasiado pronto buscan estabilidad
en su vida, una estabilidad que les lleva a la monotonía y se dicen cosas así
como: “ya viajará cuando me jubile” o “ya haré eso cuando tenga tiempo” pero no
es verdad, una vez empieza la vida laboral nos pasamos más de un tercio de
nuestras vidas trabajando y casi otro tercio durmiendo, lo que hace que al
final nos queden 8 horas escasas para nosotros mismos. A veces hay mucha
tentación de quedarse en casa viendo la televisión, o simplemente sentados
mirando a las musarañas, pero, si repetimos eso durante todos los días cuando
se supone que carecemos de achaques y podemos salir a comernos el mundo ¿qué
nos quedará el día que nos hagamos viejos?
Por otro lado, quiero aprovechar para dar las gracias a mi novia, a mis
compis de teleco y a todas las personas que me han acompañado este verano.
Personas con entusiasmo y llenas de vida, con ganas de hacer cosas y vivir
experiencias, porque así es más fácil recobrar energías y empezar el curso con
entusiasmo.
Personas que como dice la expresión: no cuentan los años, hacen que los
años cuenten.